jueves, 21 de abril de 2011

Pregón de la Semana Santa 2011

Buenas noches, amigos. Recibid un cariñoso saludo. Señor Alcalde y autoridades municipales presentes, Sacerdotes, Hermanos Mayores de las diferentes Cofradías de Penitencia de Don Benito, componentes de la Junta de Cofradías de esta ciudad, hermanos cofrades, queridos familiares, personas que participáis un año más en este anuncio para proclamar la Semana Santa de nuestro pueblo, muchas gracias por vuestra presencia.
Gracias también a los miembros de la Junta de Cofradías por haberme propuesto para pregonar, en Don Benito, la Semana Santa de 2.011. Es un inmenso honor. Cuando su Presidenta, Paqui Ruíz me llamó para decírmelo, no daba crédito a lo que oía. Pensé que no podría hacerlo. Y pensé también en la grave responsabilidad que contraía al leer este pregón y, por otro lado, ¿Cómo atreverme yo, humilde aprendiz de pregonero a cantar las excelencias de nuestra Semana Santa sabiendo de la categoría y el prestigio de todos los pregoneros que me han precedido? Busqué mil escusas; algunas di. Sin embargo, pensando que esta propuesta, como todo en nuestras vidas, venía de Dios, después de reflexionar, decidí hacerlo. Invoqué una y mil veces al Espíritu Santo para que desde mi corazón brotaran las mejores palabras para anunciar la Semana Grande de Don Benito, donde el Amor de Dios se hace patente a los hombres, poniendo de manifiesto, una vez más, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Es una tarea que asumo con mucho cariño y que trataré de cumplir de la mejor manera que sepa.

La Pasión,Muerte y Resurrección de Jesús es una realidad que año tras año celebramos, sabiendo que la acción del Espíritu sigue trayendo la salvación a los hombres de nuestro tiempo recordando la encarnación del Hijo de Dios quien en palabras de Isaías (cf. Is 61, 1s) “fue enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, proclamar la libertad a los cautivos y transformar su abatimiento en cánticos, para anunciar el desquite de nuestro Dios”.
Pero la Semana Santa no siempre se ha celebrado como en la actualidad. Se sabe que las procesiones ya existían en algunas culturas antiguas. Sin embargo, para nosotros, esta tradición comienza hace 2.000 años, en Jerusalén, cuando Jesús es vitoreado y aclamado de forma masiva con ramos de olivos y palmas.
Más tarde, en los primeros tiempos, la Iglesia, debido a las persecuciones, se vio obligada a vivir en clandestinidad. Y es después del Edicto de Milán, cuando el hombre cambia la concepción que tenía de sí mismo. Condicionado por la idea del pecado que le ha sido inculcada, busca en la penitencia el medio para asegurarse su salvación.
Entonces aparecen las cofradías que, con los gremios, no son solo penitenciales, sino también dedicadas a otras funciones: estrictamente devocionales, asistenciales, regidoras de hospitales, obras de piedad, ayuda material y espiritual a presos, etc.
La Semana Santa, tal y como la entendemos hoy, surge después del Concilio de Trento, en 1.545, como muestra de expresión de la religiosidad popular para defender y propagar la fe con representaciones en la calle.
Anteriormente, en 1.356, se aprueba la primera regla de hermandad. La del Silencio de Sevilla, una de las primeras y más famosas de las procesiones españolas. Me gustaría destacar aquí que una de las Hermandades de Don Benito, la Hermandad Parroquial de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y María Santísima del Consuelo toma sus Estatutos precisamente de estas reglas. También es digno de resaltar que San Antonio Mª Claret, fundador de los Misioneros Claretianos, fue hermano de dicha Hermandad sevillana, hecho por el cual nos animamos a tomar sus reglas, al estar la Hermandad dombenitense inserta en una parroquia claretiana. Una gran satisfacción para todos los que de alguna manera nos sentimos claretianos.
Con posterioridad, ya en el s. XVII, y con unas reglas bastante severas se empiezan a utilizar los antifaces y capirotes para cubrir el rostro, así como las insignias y estandartes, transportando a las imágenes en parihuelas.
Así llegamos a los años treinta del siglo pasado, en los que debido a los sucesos ocurridos durante la II República y la Guerra Civil, sufren las Hermandades y Cofradías y la Iglesia en general una verdadera catástrofe religiosa y eclesiástica. Como reacción a los sucesos ocurridos en esta época de la historia de España surgen en los años cuarenta y siguientes numerosas fundaciones y refundaciones, logrando un auge como no se había tenido desde el siglo XVI. Es la época en la que, en Don Benito, se reorganizan las cofradías de Santa María y Santiago.

Pero me surgen los siguientes interrogantes: ¿Es posible hoy, pensar en nuestras hermandades como asociaciones únicamente de culto y procesión? ¿Qué sean instrumentos que integren durante algunos días de la Cuaresma a unas determinadas personas y el resto del año se conviertan simplemente en lugares de encuentro y reunión de unos pocos sin ninguna actividad concreta que no sea rutinaria? ¿No hemos constatado en más de una ocasión que la gran mayoría de cofrades piensa que el pertenecer a una Hermandad concreta solo implica tener devoción a las imágenes titulares y salir de nazarenos o colaborar como costaleros? ¿Acaso no hemos hablado muchas veces de lo necesario que es que los cofrades descubramos, desde nuestra propia identidad, lo que significa hoy una hermandad para nosotros y para el pueblo que nos rodea?
No se trata de inventar fórmulas que al final queden en una moda más, sino de darle un sentido de vida, fe y solidaridad a una religiosidad que la gente siempre ha percibido como una presencia acogedora, cercana, misteriosa y profunda de Cristo y su Madre Bendita.
En buena manera el Concilio Vaticano II vino a poner las cosas en su sitio, ya que supuso la implantación de una religiosidad más pura, despojada de elementos accesorios, preocupada por la construcción del mundo, más que por el culto público a la divinidad. Una liturgia con unos textos de la Sagrada Escritura y de la liturgia traducidos a la lengua vulgar para que se entiendan y lograr, así, que desaparezca el aspecto mágico. Una liturgia centrada en elementos esenciales como son los sacramentos frente a otro tipo de manifestaciones menos litúrgicas como procesiones o romerías.
Por ello cuando surgen las Asociaciones de Laicos se concretaron en un conjunto de criterios de renovación y compromisos para procurar una mayor formación religiosa y un dinamismo evangelizador, conservando muchas de las expresiones de la religiosidad popular, pero poniendo en cuestión algunas manifestaciones externas, como lujos, joyas, estrenos innecesarios, nombramientos honoríficos, etc.
De todas formas es necesario partir de un reconocimiento de los valores que contiene esta religiosidad popular, asumirlos desde la necesaria purificación e integrarlos desterrando prejuicios y esa marginalidad en la que a veces parece que se hallan sumidos. España y nuestra Comunidad Extremeña deben ser evangelizadas de nuevo, recuperar sus raíces cristianas en sus valores esenciales de amor al hombre, solidaridad con los pobres y desheredados de la tierra, con los que sufren injusticias y vejaciones. Ellos que viven en este Cuarto Mundo que todos hemos fabricado en nuestras propias ciudades con el egoísmo y superficialidad que tantas veces nos caracterizan, muestran al Jesús sufriente que padece y muere por una humanidad que no le comprende.
Los cofrades en este sentido somos responsables de ese Cuarto Mundo en sus ámbitos sociales cuando nos despreocupamos de dar testimonio cristiano ante el hermano que sufre. Y las Hermandades también tienen mucho que decir sobre ese proceso de Nueva Evangelización porque tratan con muchas personas para quienes su única relación con Jesús y su Iglesia es su Cristo, su Virgen o su Cofradía. Desde la religiosidad popular pueden constituirse en emisarios de la Iglesia para llevar el Evangelio al pueblo, para darle una razón seria de vivir en una época carente de valores.
En las manifestaciones de religiosidad, los cofrades presentan al pueblo a un Cristo que sufre y muere por todos, pero ese Cristo no es alguien ajeno a nuestra existencia, sino que, a través de la devoción, lo identificamos con nosotros, con nuestros problemas, preocupaciones y también alegrías. Eso nos mueve a confiarnos a Él, a pedir su ayuda, porque en sus sufrimientos de la Pasión vemos reflejado nuestro propio camino del Calvario, que es la existencia cotidiana, la difícil situación social y económica por la que muchos atraviesan. Por eso muchas personas no hablan de Cristo, sino de su Cristo, y, al identificarse con Él en su Pasión y Muerte en la Cruz, también confían en la futura Resurrección que da sentido a su fe y vida. Cristo muere por AMOR con mayúsculas y por AMOR con mayúsculas Dios lo resucita y sigue presente entre nosotros.
El pueblo no siente muerto al Cristo Crucificado de los pasos. Las gentes saben vivo a ese Jesús que muere por ellos porque ha sufrido con ellos. Es la humilde esperanza a la que nos aferramos, confiando en quién puede darnos nueva vida desde el sufrimiento. Y es que el camino de la Cruz es un camino de Amor. Si los cofrades fuéramos capaces de testimoniar este sentido en nuestras estaciones de penitencia, comprometernos por amor a servir y sufrir con nuestros hermanos, sin duda haríamos realidad el proyecto de Nueva Evangelización, catequizando al pueblo, fin principal del nuestra Semana Santa.
Pero eso solo será posible cuando el testimonio como nazarenos o costaleros en torno al Cristo o a la Virgen de nuestra devoción tenga un reflejo en la vida cotidiana con su amor a esos otros cristos que son los hermanos que sufren y pasan necesidad. Los cofrades, personalmente o a través de sus hermandades, deben hacerse presentes con su solidaridad ante las necesidades de aquellos que miran con devoción a ese Cristo que la hermandad le ofrece en Semana Santa y hacerles comprender que en su nombre, los cofrades acuden con caridad a hacerle visible ante el hermano que sufre. No se trata de dar limosna, sino de darse y compartir con los demás la fe y la vida.
La religiosidad popular es un valor en bruto para la Iglesia. Las cofradías tienen el compromiso de que esta religiosidad sea reevangelizada hacia un compromiso serio por Cristo haciéndolo presente en la sociedad. Para ello es necesario ir al unísono con las parroquias, sintiéndose Iglesia. Los cofrades no solo vivimos para sacar pasos a la calle sino que somos capaces de llevar la esperanza del Evangelio de Cristo a la vida de nuestro pueblo de Don Benito que sufre y reza ante el paso de las imágenes de Semana Santa o de la Virgen de las Cruces.

Estamos ya muy cerca de la Semana Santa. Apenas quedan quince días para que de comienzo. En Don Benito este comienzo tiene lugar el

VIERNES DE DOLORES
Tengo en el recuerdo el paso del Vía Crucis por las calles del barrio de San Juan. Vienen a mi mente la organización y los preparativos de los parroquianos de San Juan. ¡Con cuánta ilusión se hacía todo esto! Teníamos, principalmente, dos objetivos: llevar el mensaje del Amor de Dios a todo el barrio y recorrer detrás de Cristo, El Cristo del Amor acompañado por la Virgen del Silencio, ese camino tan dramático, doloroso y comprometido que fue para Jesús, tratando de aprender, meditando, todos sus pasos.
Hoy hemos mejorado. Aquél Vía Crucis por una zona de Don Benito se ha convertido en un recorrido por la ciudad, en el que participan fieles de todas las parroquias dando un buen ejemplo de unidad tan necesario en todas las acciones de la Iglesia.
Todos sabemos que acompañar a Jesús en esa Vía Dolorosa no es fácil, ya que es un recorrido que tenemos que hacer hacia dentro de nosotros mismos. Es un misterio de pasión y compasión. Me gusta destacar esto, pues junto a la Pasión del Hijo, aparece la Compasión de la Madre. Pero no compasión en el sentido de apenarse. De ninguna manera. Es en el sentido de padecer con, de sufrir en silencio. ¡Qué hermoso ejemplo de Amor por un lado y acompañamiento y dolor de la Madre por otro!
Ojalá seamos capaces de recoger esto y llevarlo a nuestro corazón. Ojalá seamos capaces de descubrir en tantos cristos contemporáneos sus “dolores” y llevarles la compañía y el consuelo que necesitan.

DOMINGO DE RAMOS
En el capítulo 9 del profeta Zacarías podemos leer: “Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica.” (Za 9,9). Este vaticinio se cumplió en Jesús bastantes años después cuando se dispone a entrar en Jerusalén. El “Hijo de David”, rey humilde, se dirige a su pueblo, la “Hija de Jerusalén”. Zacarías quiere manifestar la salvación y la paz que el Mesías traerá a Jerusalén, pero ¿cómo lo recibirá el pueblo? San Mateo, en el capítulo 21 dice “La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Hosanna en el cielo. (Mt 21, 8-9).
Esto es lo que evocamos el Domingo de Ramos.
Ya desde unos días antes hay mucha actividad en la iglesia de San Juan. Los cofrades se afanan en poner todo a punto para el desfile procesional. El Domingo de Ramos es un día muy especial para la parroquia. Por la mañana, antes de la Eucaristía, realizamos la procesión de palmas con toda solemnidad ya que ésta es la única procesión verdaderamente litúrgica con que cuenta la Semana Santa. Los fieles marchan entonando cantos hasta la puerta principal del Colegio Claret. Allí se bendicen los ramos; a continuación se vuelve al templo, donde, en un ambiente muy festivo y emocionado se celebra la Santa Misa, en el transcurso de la cual, se impondrá la medalla de la Hermandad y la faja a los nuevos hermanos que juran las Reglas de la Hermandad.
Ya por la tarde tiene lugar el desfile procesional. La Hermandad Parroquial de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y María Santísima del Consuelo sale a la calle en manifestación pública de fe. Los penitentes, de blanco impoluto y las mantillas que acompañan a Cristo, durante su recorrido, meditan e interiorizan los misterios de la Pasión del Señor. Los costaleros, a cara descubierta, queriendo seguir los pasos de Jesús y su Madre, llevan sobre sus hombros a las imágenes. Son éstas muy sencillas, construidas con materiales simples, pero por esa misma sencillez, capaces de representar la realidad que evocan. La primera representa a Jesús montando en un asno, la popular borriquita; es la imagen de un Dios que sale al encuentro de todos y con la mano derecha bendice a los que ponen en Él su confianza. La segunda imagen es la de una virgen representando la grandeza de una Madre que calla su propio dolor mientras acoge y consuela a los hijos. Es la mujer fuerte que vive la Palabra, cumple la voluntad de Dios y camina siendo fiel a Jesús hasta las últimas consecuencias.
Esta Hermandad surgió hace pocos años, en 1.994, como iniciativa del Consejo Pastoral Parroquial para llegar a los alejados a través de la religiosidad popular a veces tan denostada, y tienen a gala, en sus disposiciones, no poseer adornos ni objetos de lujo, con lo que podrán participar de una forma más activa en la acción caritativa de la Iglesia.

LUNES SANTO
Si, ya se que este día no hay actividad procesional en Don Benito. Sin embargo se que en algunas localidades de Extremadura aparece por las calles en este día la escena de la Oración en el Huerto. Nos representa lo trágico que fue para Jesús. También en nosotros, en algún momento "Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".
de nuestras vidas, Getsemaní se hace presente. Por eso no quiero que pase desapercibido este pasaje del Evangelio. San Mateo nos cuenta que Jesús se moría de tristeza y, mientras sus discípulos dormían, Él oraba diciendo:
El Cristo de San Mateo obedece plenamente y ora con intensidad al Padre. No es una súplica resignada, sino un ardiente deseo de que la voluntad del Padre se cumpla en Él. ¡Qué difícil aceptar esa voluntad! Tengo que reconocer, haciendo confesión pública, lo difícil que a veces me resulta incluso rezar el Padrenuestro.
Jesús nos traza el camino porque sabe que "Dios abre un clima de confianza tendiéndonos la mano cuando llegan los temporales, se debilita la salud, el fracaso asoma en la vida, aflora la decepción, la muerte nos deja solos, la ilusión se marcha y todo parece oscurecerse a nuestro alrededor. Nos vamos llenando de temores, oscuridades y desasosiegos. Pues en ese momento, es cuando está el Señor invitando a la confianza, a la entrega de su providencia amorosa".
Por eso reivindico para la Semana Santa de Don Benito la salida en este día de la imagen de la que ya dispone esta parroquia de Santiago, para que con su fuerza de expresión plástica, nos haga reflexionar a todos. Porque, queridos amigos, todos tenemos que pasar un poco antes o un poco después por Getsemaní.

<Continúa>

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