Cinco son los días que quedan para el Domingo de Ramos. En las puertas de los armarios de la casa cuelgan ya en sus perchas los hábitos nazarenos de toda la familia.
Ahora es el tiempo en el que la madre se encarga de probar los trajes a sus hijos y sacarles un dedo para que no les quede corto. Es el momento en el que el padre limpia, cuidadosamente, sus zapatos negros, para que queden impecables. Los niños buscan esas estampitas viejas, para colocarlas sobre la mesilla y poder rezar por la noche. Se dirigen por la tarde a su parroquia, para colaborar en lo que se pueda. Apenas tienen fuerzas, pero fe no les falta y unas ganas locas de colaborar. Ya está casi todo listo, pero aún falta, y quieren disfrutar de los días previos porque, cuando esto empiece, se irá como un suspiro, pasará sin pena ni gloria...pero pasará. Esta semana que empezará pasará por nuestra vida y atravesará nuestro corazón de principio a fin.
Pero mientras, el padre limpia sus zapatos, y la madre saca esos dedos de sobra de la túnica del niño para que no le quede corta...
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